Según wikipedia, ucronía es “un subgénero de la ciencia ficción que también podría denominarse novela histórica alternativa, ya que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como lo ha hecho en realidad”. Se me ocurre que existen dos variantes fundamentales. Una es que esos acontecimientos de hecho sucedan de manera diferente, como que tal o cual ejército gane tal guerra, que parece el argumento más típico. Pero otra en que los acontecimientos suceden de manera diferente por la inclusión de elementos “externos” a la Historia, como pueden ser viajes en el tiempo, saltos tecnológicos adelantados a su época, o descubrimientos totalmente inventados (como es el antihielo en la novela homónima de Stephen Baxter).
No soy un especialista en este subgénero, he leído sólo unos pocos libros que se encuadren dentro, aunque quizá por haber leído algún otro relato, o haber leído opiniones sobre determinados libros, o quizá porque el concepto ucronía se ha normalizado y desarrollado en muy diferentes ámbitos ya, me resulta bastante familiar. Mi primera incursión, creo, fue con “La bola de fuego”, de John Christopher (autor al que le estaré eternamente agradecido por su “Trilogía de los trípodes”, que me medio inició en esto de la cf, y por otra trilogía postapocalíptica que escribió de la que no recuerdo el nombre, también publicada por Juvenil Alfaguara). En el libro dos jóvenes son transportados mediante un extraño fenómeno a un mundo paralelo en el que el ejército romano no perdió determinada batalla (siento no recordarlo) y por tanto el imperio romano se ha prolongado hasta el siglo XX, con el consiguiente atraso tecnológico. Curiosa como novela infantil, sin más. Creo que he leído alguna historia similar en esas edades pero no consigo recordarlo. Luego vendrían la ya mencionada “Antihielo”, de Baxter, una buena novela, con un aire totalmente Verne, y un viaje a la luna en pleno siglo XIX. También “El hombre en el castillo”, de Dick, esa excelente novela en la que EEUU perdió la segunda guerra mundial y donde los nazis conquistaron la costa este y los japoneses la oeste. O “El último día de la guerra” (The separation en el original), de Christopher Priest, donde parece ser que Inglaterra y Alemania firmaron la paz en 1941. Y digo parece ser porque, como es habitual en Priest, nada es lo que parece, y asistimos en su novela al habitual baile de percepciones y memorias contradictorias. Sigo pensando que me faltan libros por comentar pero nada, no me acuerdo. Desde luego no he leído algunas de las más reconocidas, como “El sueño de hierro” de Spinrad, donde Hitler acaba emigrado en EEUU y convertido en escritor de cf, o “Tiempos de arroz y sal”, de Kim Stanley Robinson, o “Pavana”, de Keith Roberts. Aunque, por lo que sé, casi es mejor que no me haya acercado a esta última novela, casi todo el mundo la considera un peñazo.
Todo esto viene a cuento de haberme leído “Páginas perdidas”, de Paul Di Filippo, que me ha prestado Amacaballo Fat, compañero de no-asistencia a clase en la facultad, contertulio de ocasionales charlas literarias alcohólicas desbocadas, y persona culta a pesar de sí misma en general. El libro es una conjunción de relatos ucrónicos en los que, desde los años veinte hasta los sesenta, se nos presentan una serie de pasados alternativos, todos ellos poblados por personajes reconocibles, la mayoría escritores de ciencia-ficción, y en los que predominan los guiños, teniendo cada relato un estilo diferenciable. El resultado es interesante. En estos relatos podemos ver a Kafka como un improbable superhéroe de los años 20; a Ana Frank como una estrella hollywoodiense, protagonista de El mago de Oz; a un Antoine de Saint-Exupery intentando reconstruir un mundo arrasado por una plaga mientras conoce a un pequeño (pero ya bastante alucinado) J G Ballard; a Heinlein como presidente de unos Estados Unidos en los que sólo los voluntarios y militares pueden votar; una historia distinta para la clásica revista de CF Astounding, en la que un cambio de Campbell hace que su línea editorial, y el futuro del mundo, cambien radicalmente; un anfetamínico y autodestructivo viaje en los que confluyen Kerouac, Burroughs y Cassady con los científicos Von Neumann y Feynmann, que acaban de reventar la banca en Las Vegas; un mundo inmerso en la tercera guerra mundial en los sesenta, en la que Thomas Pynchon va camino de un triple concierto en Hamburgo de Elvis, las Supremes y los Beatles; a Philip K Dick como un gris y triste dependiente desbordado por los acontecimientos; y a una James Tiptree Jr. directora de la CIA, con Ursula K Le Guin como ayudante, que, junto al hedonista director de una revista, Alfred Bester, contacta con una secta y su líder, Theodore Sturgeon, para hablar sobre visitas extraterrestres.
No sólo los nombres, todos los relatos están plagados de guiños y referencias a la historia, los autores, y sus obras. Este es su lado positivo. Resulta un conjunto de relatos original y muy divertido. Pero también es su lado negativo. Tanto guiño acaba pareciendo una mera suma de momentos de humor, de referencias puestas para que el lector habitual de cf disfrute (el no habitual quizá también, pero seguramente le encuentre menos gracia al asunto), pero que acaba dejando la sensación de que algunos relatos no tienen absolutamente nada de fondo. Quiero decir, a mí me hace gracia ver a Sturgeon como líder de una secta, donde Alfred Bester ve a un tipo con una pintura de tigre maorí en la cara, donde se habla de gestalt, de el amor es el plan, el plan es la muerte, de Tiptree, etc, etc. Soy consciente de que en toda ucronía uno de los “puntos obligados” a tratar es el de presentar a personajes y sitios conocidos con el lavado de cara que obligan las diferentes circunstancias, pero una sucesión de referencias y momentos humorísticos tampoco hace un relato con entidad, y me hace cuestionarme la necesidad de la mera acumulación de gags. De todos modos es un libro recomendable para todo aficionado a la cf, que seguro disfrutará, sobre todo por el sentido del humor de Di Filippo (con el que quizá yo no conecté todo lo que debiera), y porque sí que tiene algún relato y alguna idea notable.