lunes, 26 de mayo de 2008

Canción de hielo y fuego

A buenas horas, sí, pero ha sido hace un mes cuando he descubierto la saga de George R R Martin. Tenía comprado Juego de tronos desde hacía años, pero al ser una serie que iba a tardar tanto en publicarse entera me lo tomé con calma para empezar la lectura. Hasta que me regalaron Choque de reyes hace poco, de hecho. Total, que me puse a leer y... el resultado ha sido adicción total. Me compré Tormenta de espadas y Festín de cuervos, los siguientes, y me leí los cuatro al ritmo de uno por semana. Vamos, más o menos lo que temía me pasaría conociéndome un poco, tanto los gustos como la capacidad de enviciarme.

No voy a descubrir ahora nada sobre unos libros sobre los que se ha hablado tanto pero vamos, todo lo que se dice de ellos, tanto malo como bueno, es cierto. De hecho algunas de sus características en ocasiones son un pro y en otras un contra. El escribir cada capítulo desde el punto de vista de un personaje, y el que dicho capítulo sea generalmente no demasiado extenso, y finalice en muchas ocasiones con cliffhangers, hacen que la lectura sea ágil, entretenida, sorprendente y muy adictiva. Especialmente cuando además con el transcurso de los libros nos vemos obligados a cambiar de opinión respecto a algunos personajes.

Martin adorna su saga de un estupendo trasfondo, con multitud de referencias, leyendas, historias, anécdotas, que, aunque ocupen nada más que un párrafo, ayudan a que todo el mundo que ha creado cobre verdadera entidad. De hecho, el que muchas de las andanzas de los personajes que leemos no sean más que pequeñas historias dentro de una mucho más grande, apenas insinuada todavía, proporciona un cuidado equilibrio a la narración. Además muchos de los acontecimientos ocurren “off the record”, lo que también contribuye a la agilidad de la narración y no tengamos que leer sobre cada batalla, cada traición, o cada parlamento, si no cuando los personajes hablan de ello. Aunque también debo reconocer que en ocasiones este recurso no termina de funcionar, y si bien en ocasiones le da un trasfondo global mucho más fuerte, en otras parece que hurta hechos más esenciales y que merecían un apartado, sobre todo cuando en algunos capítulos se nos cuenta una historia en la que no suceden demasiadas cosas, con los personajes viajando o hablando.

Los personajes son otro de los puntos fuertes. En general están excelentemente construidos, con las suficientes aristas como para resultar creíbles, y con matices muy sorprendentes. Salvo el prototípico Jon Nieve y algún otro, todos sorprenden por lo elaborados que están. Y no sólo los principales, sino también los secundarios, baste recordar gente como Sandor Clegane, el Perro. Además, el poco cariño que Martin siente por sus personajes, haciéndoselo pasar realmente mal, mutilándolos, y matándolos cuando lo cree oportuno, hace que el lector se implique y disfrute todavía más de la historia, por mucho que algunas escenas duela leerlas (esa Boda Roja, impresionante). Y luego, encima, hábilmente, nos cambia el punto de vista que teníamos sobre un personaje, como ocurre por ejemplo con Jaime Lannister, que cada vez gana más enteros.

La historia no deja de ser un folletín en la que se recurren a todos los trucos narrativos posibles para enganchar y atrapar al espectador, con multitud de cliffhangers, giros en la trama, sorpresas, y mucha sangre y sexo. Pero qué demonios, funciona, y de vez en cuando apetece leer un entretenimiento adictivo de calidad como este. Ponerse a leer y dejar que pasen las horas sin que importe el mundo alrededor, sumergiéndose en un mundo muy bien recreado. Y perdonando los defectos, que también los tiene por supuesto. Alguno que ya he comentado como la manera de progresar la historia o de enterarnos de acontecimientos en ocasiones. Otros son capítulos o personajes más anodinos (en los primeros libros hay capítulos de Arya y Daenerys bastante prescindibles y alargados). En Festín de cuervos el fallo está en haber partido el libro y hurtarnos historias de personajes que aparecerán en el siguiente, pero a la vez introduciendo nuevos personajes e historias que, aunque algunas están bien, dispersan demasiado la trama y desenganchan al lector. Aparte de que, siendo como son tochos de 800 páginas, uno se da cuenta de que mirándolo como algo global, a veces resulta que en realidad no han pasado demasiadas cosas de las teóricamente importantes que tenían que pasar. Personalmente a mí también me cansaba a veces tanto nombre, tanto título y tanta bandera, estandarte, campo de gules, de sinope y de vete tú a saber qué más.

Pero bueno, como ya digo estoy totalmente enganchado así que tampoco me voy a cebar en estos aspectos. Ahora lo que me duele es tener que esperar tanto tiempo para terminar la saga, tras lo que he disfrutado leyéndolos durante cuatro semanas a cañón. Lo ideal sería esperar ahora hasta que se publicaran todos pero es tiempo y no sé si cuando tenga la oportunidad no querré abalanzarme sobre el siguiente, pese a que ahora en el cuarto haya pegado un bajón. Pero es que en los tres primeros se mantiene en un nivel estupendo, que para mí culmina en algunos de los mejores momentos de Tormenta de espadas y sus espectaculares capítulos finales.

En definitiva, una saga que no cambia la vida, algunas alabanzas que se leen por ahí son más que exageradas, un poco de ecuanimidad tampoco viene mal. ¡Pero joder lo que se disfruta!

martes, 6 de mayo de 2008

zug-zwang

En ajedrez zug-zwang es la expresión que se utiliza para denominar la situación en la que uno de los jugadores no tiene movimientos buenos posibles, haga el que haga le conducirá al desastre. El estudio que presentó N. Kralin en 1973 es muy instructivo al respecto, además de ofrecer otros apuntes interesantes.

Como se dice en el texto, las blancas tienen una pieza de más, pero las negras amenazan jaque y coronar enseguida. La primera parte de la partida es una buena muestra de la capacidad de sacrificio que deben tener siempre las piezas en apariencia más potentes.

1. Tg7 j., Rh8
2. Tg8j.!!, Rxg8
3. h7j., Rh8
4. Rh6!

Aprovechando la necesidad del rey negro de cubrir la casilla h8 para que el peón blanco no corone, y sacrificando una valiosa torre, se le ha construido una prisión de la que no puede salir mientras el rey blanco se ha salido de la posibilidad de recibir un jaque inmediato. A su vez, el jugador negro descubre la amenaza de mate en b2 con el alfil, con lo que no puede dejar de proteger su peón.


Ahora podemos observar una interesante lucha de tiempos en la que lo que condena a las negras es el hecho de mover primero:

4... a6
5. h3!, a5
6. h4, a4
7. h5

llegando a:

en la que las negras no tienen movimientos buenos posibles. Cualquier posición a la que muevan la torre, única pieza que pueden mover, hará que el alfil tome en b2 y provoque el mate. Están en zug-zwang. Interesante la observación de que, en la serie de movimientos anteriores, si las negras hubieran movido a5 su peón, las blancas deberían haber movido h4, no como antes, para así hacer que el último movimiento fuera suyo, y les tocara mover a las negras.

Lo que sigue es obvio e inevitable:

7... Tg1
8. Axb2j., Tg7
9. Axg7 mate

Realmente notable.