La lectura de “En el camino”, de Jack Kerouac, me ha durado unos dos meses. No porque se me haya hecho largo y pesado si no porque hay algo en ese libro que te induce a cogerlo a ratos, y luego darle descanso mientras lees otros. No sé, no es de los típicos que apetece leerte del tirón en cuatro días. El libro está bien, aunque quizá me esperaba algo más. En cualquier caso no deja de ser interesante el estilo de Kerouac, ese bop, que si uno se para a pensarlo sí consigue emparentarlo con el jazz. Frases cortas, ritmo acelerado, para luego estallar en largos párrafos mucho más líricos. Además del estilo de vida desenfrenado de sus protagonistas. No me extraña que se haya convertido en un libro de culto para determinados movimientos aunque, como suele pasar, muchas veces la fama y el culto están por encima de los méritos propios, como es este caso. Y me ha gustado, ya digo, pero creo que le falta un trecho para llegar a ser una gran novela, es más un curioso exponente de una época y de un estilo. En todo caso tiene grandes momentos, en los que consigue transmitir bien la forma de vida de esos personajes desarraigados, la constante búsqueda, y la constante pérdida, además del retrato de esos Estados Unidos tan alejados del estereotipo de la época (finales de los 40, principios de los 50). Y, bueno, a nivel personal me ha resultado interesante reconocer en la obra a tipos como Ginsberg y Burroughs, que me impresionó bastante cuando leí “Yonqui”.
Por otro lado, en mi ardua, y seguramente estéril, carrera al elitismo pedante, de vez en cuando debo coger uno de esos libros que sólo por el título ya parezcan sumamente intelectuales. Esta vez le tocó el turno a “Encomio del tirano. Escrito con la única finalidad de hacer dinero”, de Giorgio Manganelli, y la hostia no ha podido ser más grande. Decepción absoluta. El año pasado me leí de Manganelli “La ciénaga definitiva”, que me pareció denso y difícil pero que me resultó interesante por la idea que planteaba de la persona que huye, sin saberse los motivos, a una ciénaga, especie de metáfora del subconsciente, y cuya descripción ocupa todo el libro. Tenía, como en este de ahora, un lenguaje bastante barroco, descripciones muy alambicadas, pero bueno, mereció la pena. Pero en “Encomio del tirano”, que se plantea como un juego metaliterario entre el Bufón, el propio escritor, y el Tirano, inicialmente el editor al que va dirigido el libro, pero que luego deriva en imagen del propio lector, de todos los lectores, para hacer una reflexión sobre la creación literaria, todo resulta enormemente vacío. Larguísimas frases, descripciones rebuscadas, estilo pedante y onanístico... pese a que en principio la idea me parecía curiosa, al final muy poco es lo que se puede salvar de este libro. Naturalmente puede ser culpa mía, que no esté preparado para una obra así, ciertamente Manganelli escribe bien y se le nota un gran dominio lingüístico. Pero no sé, para juegos metaliterarios me quedo con el maravilloso “Si una noche de invierno un viajero”, de Calvino, que leí este verano también y que recomiendo a todo aquel que, conociéndome, coincida más o menos con mis gustos.
También me he leído el cómic “Trazo de tiza”, de Miguelanxo Prado. Soberbio, de una sensibilidad y sutileza exquisitas, en el que las menciones a Borges y Bioy Casares (y a "La invención de Morel" directamente) no son en absoluto gratuitas. Un grandísimo descubrimiento que agradecer, nuevamente, a Knut, que ya hablaba de “Trazo de tiza” en este enlace:
http://espiraltangencia.blogspot.com/2007/08/trazo-de-tiza.html
Por otro lado, en mi ardua, y seguramente estéril, carrera al elitismo pedante, de vez en cuando debo coger uno de esos libros que sólo por el título ya parezcan sumamente intelectuales. Esta vez le tocó el turno a “Encomio del tirano. Escrito con la única finalidad de hacer dinero”, de Giorgio Manganelli, y la hostia no ha podido ser más grande. Decepción absoluta. El año pasado me leí de Manganelli “La ciénaga definitiva”, que me pareció denso y difícil pero que me resultó interesante por la idea que planteaba de la persona que huye, sin saberse los motivos, a una ciénaga, especie de metáfora del subconsciente, y cuya descripción ocupa todo el libro. Tenía, como en este de ahora, un lenguaje bastante barroco, descripciones muy alambicadas, pero bueno, mereció la pena. Pero en “Encomio del tirano”, que se plantea como un juego metaliterario entre el Bufón, el propio escritor, y el Tirano, inicialmente el editor al que va dirigido el libro, pero que luego deriva en imagen del propio lector, de todos los lectores, para hacer una reflexión sobre la creación literaria, todo resulta enormemente vacío. Larguísimas frases, descripciones rebuscadas, estilo pedante y onanístico... pese a que en principio la idea me parecía curiosa, al final muy poco es lo que se puede salvar de este libro. Naturalmente puede ser culpa mía, que no esté preparado para una obra así, ciertamente Manganelli escribe bien y se le nota un gran dominio lingüístico. Pero no sé, para juegos metaliterarios me quedo con el maravilloso “Si una noche de invierno un viajero”, de Calvino, que leí este verano también y que recomiendo a todo aquel que, conociéndome, coincida más o menos con mis gustos.
También me he leído el cómic “Trazo de tiza”, de Miguelanxo Prado. Soberbio, de una sensibilidad y sutileza exquisitas, en el que las menciones a Borges y Bioy Casares (y a "La invención de Morel" directamente) no son en absoluto gratuitas. Un grandísimo descubrimiento que agradecer, nuevamente, a Knut, que ya hablaba de “Trazo de tiza” en este enlace:
http://espiraltangencia.blogspot.com/2007/08/trazo-de-tiza.html