Tenía Indoctrinario en la estantería desde hace unos cuatro o cinco años, y no exagero. Pero fui postergando la lectura, en parte porque no encontraba el momento, en parte porque no quería quedarme sin lecturas de Priest demasiado pronto, así que me dije “bueno, con calma, así dentro de un tiempo supondrá mayor sorpresa y alegría”. Sé que puede sonar raro pero uno tiene sus manías y lo mío con los libros de Priest llega a alcanzar cotas de veneración. De hecho todavía tengo otro libro suyo, La máquina espacial, sin leer, que supongo que le tocará el turno este año también. Luego, o consigo Sueño programado, con lo que habré leído todo lo que creo tiene traducido, o me pongo con las relecturas, de las cuales ya hice una de La afirmación y El prestigio hace un tiempo. Bueno, de todas todas me pondré con las relecturas, eso seguro, y poco a poco volveré a leerme todos sus libros. Pero con calma.
La verdad es que Indoctrinario, la primera novela de Christopher Priest, me ha resultado algo decepcionante. Se nota que es una novela primeriza y que el estilo no está todo lo desarrollado que debiera, con un toque narrativo que me ha hecho emparentarla enseguida con Fuga para una isla, aunque ésta estaba mejor redondeada. Además, y sé que esto puede sonar raro, es demasiado surrealista y lisérgica, y descompensada. Me encantan los trozos más alucinados, todo lo relacionado con esa misteriosa cárcel y los comportamientos extraños de sus habitantes, con Astourde y Musgrove a la cabeza. Consigue recrear una especie de “mal viaje” en el lector. Pero cuando progresa la trama y nos encontramos con el mundo futuro en Brasil la trama decae y no mantiene una cohesión. Aunque se nos dé una explicación para muchos acontecimientos de la primera parte la impresión general es la de algo deslavazado, y el personaje de Jexon no llega a tener una verdadera entidad y resulta demasiado oscuro.
Aún así, la trama progresa y llegamos a la parte final, en la que, como no podía ser de otra manera, Priest nos obsequia con un buen final, que también me ha dejado con la intriga. Porque al ser la trama algo oscura y enrevesada en determinados aspectos no se llega a apreciar muy bien cómo quiere enfocar el autor el final, si mediante los simples hechos que nos narra o mediante las investigaciones de Wentik, los efectos de las drogas, su supuesta inmunidad ahora perdida, las alucinaciones, etc. Y no hablo del típico final Priest, en el que nos deja descolocados pensando en puntos de vista, en la realidad, o en la subjetividad de la narración. Creo que este no está del todo redondeado ya que parece dar muchas pistas a lo largo de la narración de posibles causas para luego acabar con ese final supuestamente tan “lineal”. En todo caso, quizá en vez de un debe sea un mérito porque llevo un día y pico dándole vueltas e intentando encajar todo en mi cabeza. Lo que pasa que la impresión final es la que comentaba, descompensación entre las distintas partes de la novela y en la misma progresión de la trama. Aún así, como curiosidad para un fanático de Priest no está mal, y tiene partes ciertamente interesantes, sobre todo la primera, y un apunte de los temas que luego obsesionarán al autor (y al lector) en futuros libros.
Por cierto, un día que me encuentre con ganas prometo publicar lo que puede ser una chapa antológica sobre Priest y todos sus libros. Ahí queda eso.
La verdad es que Indoctrinario, la primera novela de Christopher Priest, me ha resultado algo decepcionante. Se nota que es una novela primeriza y que el estilo no está todo lo desarrollado que debiera, con un toque narrativo que me ha hecho emparentarla enseguida con Fuga para una isla, aunque ésta estaba mejor redondeada. Además, y sé que esto puede sonar raro, es demasiado surrealista y lisérgica, y descompensada. Me encantan los trozos más alucinados, todo lo relacionado con esa misteriosa cárcel y los comportamientos extraños de sus habitantes, con Astourde y Musgrove a la cabeza. Consigue recrear una especie de “mal viaje” en el lector. Pero cuando progresa la trama y nos encontramos con el mundo futuro en Brasil la trama decae y no mantiene una cohesión. Aunque se nos dé una explicación para muchos acontecimientos de la primera parte la impresión general es la de algo deslavazado, y el personaje de Jexon no llega a tener una verdadera entidad y resulta demasiado oscuro.
Aún así, la trama progresa y llegamos a la parte final, en la que, como no podía ser de otra manera, Priest nos obsequia con un buen final, que también me ha dejado con la intriga. Porque al ser la trama algo oscura y enrevesada en determinados aspectos no se llega a apreciar muy bien cómo quiere enfocar el autor el final, si mediante los simples hechos que nos narra o mediante las investigaciones de Wentik, los efectos de las drogas, su supuesta inmunidad ahora perdida, las alucinaciones, etc. Y no hablo del típico final Priest, en el que nos deja descolocados pensando en puntos de vista, en la realidad, o en la subjetividad de la narración. Creo que este no está del todo redondeado ya que parece dar muchas pistas a lo largo de la narración de posibles causas para luego acabar con ese final supuestamente tan “lineal”. En todo caso, quizá en vez de un debe sea un mérito porque llevo un día y pico dándole vueltas e intentando encajar todo en mi cabeza. Lo que pasa que la impresión final es la que comentaba, descompensación entre las distintas partes de la novela y en la misma progresión de la trama. Aún así, como curiosidad para un fanático de Priest no está mal, y tiene partes ciertamente interesantes, sobre todo la primera, y un apunte de los temas que luego obsesionarán al autor (y al lector) en futuros libros.
Por cierto, un día que me encuentre con ganas prometo publicar lo que puede ser una chapa antológica sobre Priest y todos sus libros. Ahí queda eso.