Llevaba mucho tiempo tras este libro, debido a su fama y la inclusión en tantas listas de fundamentales e imprescindibles de la ciencia-ficción. Lo busqué en la biblioteca, y siempre que iba aparecía como disponible pero nunca estaba en la estantería. Al final lo dieron por “desaparecido en combate” y me ofrecieron la posibilidad de que hiciera una solicitud para que lo compraran. Todo contento la hice y... año y medio después seguían sin noticias del él, pese a que siempre me decían que habían aprobado mi solicitud. Así que al final me lo acabé comprando hace poquito y me puse a leerlo con bastantes ganas.
El resultado ha sido muy bueno. No es la obra maestra (cuasi)definitiva que esperaba encontrar. Pero es un libro muy bueno, con un alto poder lírico y evocador, y que nos hace reflexionar y vivir como casi ningún otro libro postapocalíptico la evolución y el futuro de la raza humana, de su cultura y de su modo de vida. Porque en “La tierra permanece” no abunda la acción ni la aventura. Lo que le importa a Stewart es relatarnos la organización de los escasos supervivientes tras el ataque de ese misterioso virus que acaba con la práctica totalidad de la raza humana. Ver cómo se adaptan a la nueva situación, cómo viven de los despojos de la antigua civilización. Y cómo, a medida que los nuevos nacidos sólo conocen ese mundo en ruinas, aparece la superstición y los anteriores conocimientos se pierden irremisiblemente.
En este punto lo veo quizá algo ingenuo. Igual es cosa mía pero me parece difícil que tan de repente se ignore y pierdan tantos conocimientos, y que la gente no haga mayor esfuerzo por preservarlos, al menos los que aseguren una mejor calidad de vida. Sé que se daría esa situación de rapiña y de comodidad, pero me cuesta pensar que la gente no hiciera más esfuerzo por preservar cosas tan fundamentales como la escritura, la lectura, o el funcionamiento de determinados equipamientos. Puede que sea porque al leerlo me siento muy identificado con el personaje protagonista, Isherwood Williams, (aunque claro, qué bonito es identificarse con la autoproclamada persona más inteligente de la tribu, científico, obstinado defensor del conocimiento y soñador respecto al posible futuro), y su sentimiento de nostalgia y pérdida. Porque de encontrarme en una situación parecida, y una vez solventados los problemas inmediatos de subsistencia estoy convencido de que lamentaría la posibilidad de olvidar para el futuro muchas cosas. Tanta literatura, tanto cine y tanta música que se perderían en el limbo... sería duro.
Por otro lado el libro tiene unas interesantes reflexiones sobre la organización de la Tribu, la toma de decisiones, los peligros y las responsabilidades. Aunque en ciertos momentos se nota demasiado la mentalidad de la época y pueda chirriar un poco. Pero los párrafos en cursiva insertados en la historia general, contando la magnitud del desastre y sus consecuencias globales, están muy conseguidos, y te meten de lleno en situación. Además que todos los pensamientos de Ish resultan tan evocadores y tan cercanos que emocionan y consiguen que al final resulte un libro muy conmovedor y recomendable.
El resultado ha sido muy bueno. No es la obra maestra (cuasi)definitiva que esperaba encontrar. Pero es un libro muy bueno, con un alto poder lírico y evocador, y que nos hace reflexionar y vivir como casi ningún otro libro postapocalíptico la evolución y el futuro de la raza humana, de su cultura y de su modo de vida. Porque en “La tierra permanece” no abunda la acción ni la aventura. Lo que le importa a Stewart es relatarnos la organización de los escasos supervivientes tras el ataque de ese misterioso virus que acaba con la práctica totalidad de la raza humana. Ver cómo se adaptan a la nueva situación, cómo viven de los despojos de la antigua civilización. Y cómo, a medida que los nuevos nacidos sólo conocen ese mundo en ruinas, aparece la superstición y los anteriores conocimientos se pierden irremisiblemente.
En este punto lo veo quizá algo ingenuo. Igual es cosa mía pero me parece difícil que tan de repente se ignore y pierdan tantos conocimientos, y que la gente no haga mayor esfuerzo por preservarlos, al menos los que aseguren una mejor calidad de vida. Sé que se daría esa situación de rapiña y de comodidad, pero me cuesta pensar que la gente no hiciera más esfuerzo por preservar cosas tan fundamentales como la escritura, la lectura, o el funcionamiento de determinados equipamientos. Puede que sea porque al leerlo me siento muy identificado con el personaje protagonista, Isherwood Williams, (aunque claro, qué bonito es identificarse con la autoproclamada persona más inteligente de la tribu, científico, obstinado defensor del conocimiento y soñador respecto al posible futuro), y su sentimiento de nostalgia y pérdida. Porque de encontrarme en una situación parecida, y una vez solventados los problemas inmediatos de subsistencia estoy convencido de que lamentaría la posibilidad de olvidar para el futuro muchas cosas. Tanta literatura, tanto cine y tanta música que se perderían en el limbo... sería duro.
Por otro lado el libro tiene unas interesantes reflexiones sobre la organización de la Tribu, la toma de decisiones, los peligros y las responsabilidades. Aunque en ciertos momentos se nota demasiado la mentalidad de la época y pueda chirriar un poco. Pero los párrafos en cursiva insertados en la historia general, contando la magnitud del desastre y sus consecuencias globales, están muy conseguidos, y te meten de lleno en situación. Además que todos los pensamientos de Ish resultan tan evocadores y tan cercanos que emocionan y consiguen que al final resulte un libro muy conmovedor y recomendable.
Será por deformación de tantos libros y películas pero al leerlo no podía evitar el pensar qué haría yo en esa situación, adaptándolo a mi situación actual, claro. Y al estar influenciado por esas historias, me he dado cuenta de que lo primero que pensaba hacer siempre era acumular en cantidades. Comida, utensilios, herramientas, semillas, animales, armas (yo, que no tengo ni idea de armas, pero joder, es lo que sale en toda historia postapocalíptica que se precie ¿no? La necesidad de defenderse “por si acaso”), coches, gasolina, motores, y libros, muchos libros. Aparte de intentar aprender algo sobre generadores, mantenimiento de líneas de tensión y demás. E irme a vivir al pueblo, cerca de zonas de cultivo (y no perder para el futuro las gallinas como en el libro. El Apocalipsis tiene que ser mucho peor sin huevos fritos, sin duda). Seguramente si estuviera en la situación de haber sobrevivido a ese virus o lo que fuera, me las apañaría bastante mal, pero es difícil resistirse a esta clase de juegos mentales. Lo que me costaba imaginar más es el contacto con otros supervivientes. Porque ahí a uno le entra la vena fatalista y teme que en vez de encontrarse a jóvenes y guapas mujeres deseosas de repoblar el mundo con su ayuda y levantar una nueva sociedad, se encontraría a un par de bakalas con las neuronas a bajo rendimiento, algún loco psicótico al que el desastre ha perturbado, un cura fanático, y vaya usted a saber qué más. Qué horror.